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José ben Caifás o Yosef Bar Kayafa fue un sumo sacerdote judío, de la secta de los saduceos, que vivió entre el reinado de Augusto y el de Claudio.

Según los relatos evangélicos, fue uno de los líderes intelectuales -junto con su suegro Anás- de la conspiración que logró la condena a muerte de Jesús de Nazaret por crucifixión.​ Su frase más célebre es: “Conviene que muera uno solo por el pueblo, y no que perezca la nación entera”, según registra el evangelio de Juan 11:50.

Caifás fue nombrado sumo sacerdote por el procurador romano de Judea, Valerio Grato en el año 18 de nuestra era cristiana, sustituyendo a Simon ben Camithus. Casado con la hija del ex sumo sacerdote Anás, se mantuvo como máxima autoridad religiosa judía durante toda la administración de Poncio Pilato, sucesor de Grato, ocupando el cargo durante dieciocho años. En el año 36 fue destituido por el procurador Vitelio.

 

Cristo ante Caifás, por Giotto. 1505-06. Fresco de la Capilla de los Scrovegni, Padua.

Debieron transcurrir casi dos mil años para que un grupo de arqueólogos israelí dirigido por Zvi Greenhut y asesorado por el antropólogo Joe Zias hallasen la prueba fehaciente de su existencia histórica más allá de la fe. Quedó acreditado de este modo, desde la ciencia, que Caifás, yerno de Anás por estar desposado con la hija de éste y líder del complot para arrestar y ejecutar a Jesús de Nazaret, no era un invento ni una fábula de cuatro evangelistas fanáticos seguidores de Cristo, sino un personaje de carne y hueso tan real como la vida misma.

Los arqueólogos que el año 1990 dieron con el paradero de sus restos al cabo de tantos siglos, sumergidos en la oscuridad de una cueva funeraria de Jerusalén, debieron quedarse atónitos y desconcertados ante semejante descubrimiento que, para colmo de intrigas, resultó ser accidental. En honor a la verdad, Zvi Greenhut, de treinta y dos años entonces, no sospechaba ni por asomo que iba a protagonizar con su equipo de la Autoridad Arqueológica de Israel (AAI) la gesta investigadora más sensacional y deslumbrante relacionada con el Nuevo Testamento.

La cueva apareció así de modo fortuito ante su atónita mirada durante las obras de construcción de un parque y de una carretera en el Bosque de la Paz, al sur de la Ciudad Vieja de Jerusalén y justo enfrente del monte Sión. Para acceder al interior del sepulcro formado por una sola cámara, el arqueólogo y sus hombres debieron agacharse ya que la abertura rectangular era estrecha y baja. Una vez en el interior, pudieron comprobar que el suelo se había rebajado para crear un espacio suficiente que permitiera permanecer de algún modo en pie, con el techo a una altura aproximada de 1,65 metros.

Zvi Greenhut debió sacudirse los ojos para convencerse de lo que allí decía. Leyó así varias veces la inscripción, deteniéndose en cada letra, hasta componer en su cabeza las tres palabras que jamás pensó que podría hallar en un objeto de aquella época: «Yehosef bar Caiapha» (José hijo de Caifás).

Los nombres eran muy comunes en la época de Jesús: «Miriam» (María), «Shalom» (Salomé), «Shimon» (Simeón) y «Yehosef» (José). En el caso de «Miriam, hija de Simeón», como reza la inscripción, en la boca de su calavera se encontró una moneda acuñada durante el reinado de Herodes Agripa I (años 42-43), lo cual podía constituir un indicio de la costumbre pagana del pago al dios griego Caronte por un tránsito seguro por la laguna Estigia. De este modo, la influencia de la cultura pagana en la vida judía pudo haberse manifestado incluso en los círculos sacerdotales del más alto rango.

De la vida de Caifás se conoce hoy relativamente poco. Aparece citado varias veces en el Nuevo Testamento por Mateo, Lucas, Juan, y en los «Hechos de los Apóstoles». Sabemos por el historiador del siglo primero, Flavio Josefo, que Caifás accedió al sumo sacerdocio alrededor del año 18, nombrado por Valerio Grato, y que fue depuesto por Vitelio en torno al año 36. Su permanencia durante dieciocho años en el sumo sacerdocio induce a pensar que mantenía relaciones cordiales con las autoridades romanas.

Foto fuente externa. Osario de Caifás, situado en el Museo de Israel, en Jerusalén

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